Los fisioterapeutas de Primaria de los centros de salud de Ciudad Real ponen en marcha un proyecto para el tratamiento activo del dolor crónico
Está dividido en tres fases: comienza con una entrevista con el paciente, prosigue con cuatro charlas sobre neurociencia del dolor y finaliza con un programa de ejercicio físico de dos meses de duración.
Se calcula que el 22 por ciento de los castellano-manchegos sufre dolor crónico; en la mitad de comunidades españolas el porcentaje de población afectada supera el 30 por ciento.
Ciudad Real, 28 de agosto de 2024.- La Unidad de Fisioterapia de Ciudad Real del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha ha puesto en marcha un proyecto piloto en los tres centros de salud de la capital para paliar las consecuencias de uno de los problemas de salud que afecta a un porcentaje elevado de la ciudadanía, el dolor crónico.
El dolor crónico es aquel que dura más de tres meses y se repite con intermitencia a lo largo de meses o años. En ocasiones está asociado a enfermedades crónicas como cáncer, artritis o fibromialgia o a lesiones que no acaban de curar. Se calcula que lo sufren el 22 por ciento de los ciudadanos de nuestra región y en la mitad de comunidades españolas el porcentaje de población afectada supera el 30 por ciento.
Su impacto en la economía es elevado, un 2,5 por ciento del PIB –pensiones, bajas laborales, tratamientos, hospitalizaciones, etc.- además de un coste social muy importante para las personas que lo sufren, que cada vez se sienten más aisladas y evitan actividades o relacionarse por miedo al dolor físico. Estas personas han de recurrir a opiáceos para convivir con el dolor, fármacos que generan una dependencia creciente siendo España el segundo país del mundo en consumo de opiáceos por detrás de Estados Unidos.
Esta situación ha llevado a los fisioterapeutas de los centros de salud de Ciudad Real a poner en marcha una estrategia de afrontamiento del dolor análoga a la que se está desarrollando en Valladolid basada en la neurociencia en la que, además de profesionales de la Medicina y Enfermería de diferentes especialidades, participan otros profesionales.
El programa está dividido en tres fases. Comienza con una entrevista con el paciente, prosigue con cuatro charlas sobre neurociencia del dolor, una por semana, y finaliza con un programa de dos meses de ejercicios físicos, respiratorios al principio y luego de fuerza, resistencia y psicomotricidad, que finalizan con juegos y bailes. Son tres sesiones semanales de noventa minutos de duración.
Está comprobado que el ejercicio físico aumenta los mecanismos de analgesia y facilita que las vías inhibitorias del dolor vuelvan a funcionar, mejora la reorganización cortical y el control motor, la coordinación, equilibrio, fuerza y resistencia, incrementa la percepción de la calidad de vida y la autoestima y ayuda a controlar la hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, diabetes o sobrepeso.
Las fisioterapeutas de Atención Primaria de Ciudad Real, Isabel Herrera y Pilar García Arroyo lo corroboran. Aseguran que “es impresionante ver a personas que el primer día apenas se movían y verlos un tiempo después. Por eso el trabajo en grupo es tan importante, porque se relacionan con personas en situaciones similares y al disminuir su dolor físico participan de nuevo en la vida social; no es solo quitarles el dolor, es darles vida”.
Para muchos pacientes su paso por la sala de fisioterapia supone un antes y un después en su día a día. Y es que “en la entrevista nos dicen que nadie les había escuchado tanto durante tanto tiempo, y hay historias muy duras, mucho dolor físico, pero, sobre todo, emocional” señalan.
Por sus impresiones y por lo que les transmiten los pacientes, en Ciudad Real los participantes en este programa han conseguido paliar los dolores que padecían, pero todavía es pronto para valorar en cuánto han reducido su consumo de opiáceos.
Para comprobar la efectividad del programa se van a medir resultados con el uso de indicadores de salud. En Valladolid el programa lleva en marcha más tiempo y “se ha podido constatar con datos, que los pacientes han reducido, o en algunos casos abandonado los fármacos opiáceos y analgésicos, incluso pacientes inscritos en la unidad del dolor”, apuntan Pilar García Arroyo e Isabel Herrera.