LA CONSEJERÍA DE CULTURA INCREMENTA LOS FONDOS DEL MUSEO DE SANTA CRUZ, CON LA ADQUISICIÓN DE TRES OBRAS DE RICARDO ARREDONDO
‘Las viciosas’, ‘Patio y muralla de la Antequeruela’ y ‘Taller de curtidores’, “una de las piezas fundamentales de su trabajo”, son los tres cuadros que gracias a la Consejería de Cultura pasan a “enriquecer el patrimonio de Castilla-La Mancha”.
El Museo de Santa Cruz, en Toledo, cuenta entre sus fondos con tres nuevas piezas. Se trata de tres cuadros del pintor turolense Ricardo Arredondo, que han sido adquiridos por la Consejería de Cultura y que hoy se han presentado con motivo de la Semana Internacional de los Museos.
Esto refleja “la voluntad de la Consejería de Cultura de seguir aportando obras a los fondos museísticos de la región”, tal y como ha explicado el director general de Patrimonio y Museos, Enrique Lorente, quien ha señalado que estas tres obras son “fundamentales” para entender a este pintor que desde los doce años vivió en Toledo.
‘Taller de curtidores’ o ‘Las tenerías de Ubide’, como también se le conoce, ‘Las viciosas’ y ‘Patio y muralla de la Antequeruela’, son los tres cuadros que se han incorporado a la colección que el Museo ya tiene de obras de este autor, duplicando así su número, lo que “enriquece el patrimonio de Castilla-La Mancha”.
Estas obras, que se integrarán en el proyecto museológico del Museo de Santa Cruz, compartirán así protagonismo con ‘Claustro de San Juan de los Reyes’, ‘Alfar junto a puerta de Bisagra’ y ‘Paisaje de Toledo’, también de este autor, lo que supone una muestra significativa de la trayectoria del artista fallecido en Toledo en 1911.
Tal y como ha explicado José Pedro Muñoz, director del Centro de Restauración y Conservación de Castilla-La Mancha, “Arredondo será el pintor de Toledo por excelencia en el siglo XIX”, y su trabajo se centra únicamente en el entorno de la ciudad. De hecho, sólo se conocen tres cuadros suyos de El Escorial, mientras que el resto de su obra pictórica está dedicada a Toledo.
La obra de Arredondo representa la transición entre el realismo paisajista del diecinueve y la nueva sensibilidad visual con que la pintura española inaugura el siglo veinte. Para Arredondo, esta transición se verifica en la ciudad de Toledo, visitada y pintada entonces por todo aquel que se preciase de ser artista. Su exclusiva dedicación a la imagen de la ciudad estableció en la mentalidad contemporánea una suerte de identidad entre la visión de Arredondo y la ciudad misma.
El pintor tenía “un gran cariño” al barrio de las tenerías, ha explicado Muñoz, y de hecho, cuando a finales del siglo XIX se produjo la gran epidemia de cólera en la ciudad, el artista se enroló en los equipos de apoyo y auxilio a las víctimas. Como prueba de su afecto a esta zona de la ciudad, Arredondo le dedicó su cuadro ‘Taller de curtidores’, -“una de las piezas fundamentales de su trabajo”, ha señalado Lorente– referente del creciente realismo social observado en el arte español, y que ya en el año 1897 formó parte de la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Con su íntimo amigo Vicente Cutanda, compartía Ricardo Arredondo la idea de la utilidad social del arte. Su exclusiva dedicación a los paisajes monumentales de Toledo no excluía una demostrada afinidad a las atmósferas más sencillas y populares y a una domesticidad que traspasaba los límites del espacio privado para hacerse espectáculo visual en calles, patios y talleres.
Por su parte, ‘Las Viciosas’, abunda en este sentido social de la pintura, a la vez que refleja el virtuosismo de Arredondo en el tratamiento de la luz. Es una producción anterior a 1895, fecha en que fue enviado a la correspondiente edición de la Exposición Nacional, y también fue uno de los cuadros de autores modernos que figuró en el Pabellón de Castilla la Nueva de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, de 1929.
Respecto a ‘Patio y Muralla de la Antequeruela’, esta obra refleja la idea del jardín abandonado, bajo un tratamiento que excede el realismo luminista convencional para hacerse más retiniano, tal y como explica José Pedro Muñoz. También figuró este cuadro en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, y como los anteriores, pudo verse en las exposiciones antológicas de Arredondo celebradas en 1960 y en 2002.
Aunque ahora se ha procedido a su presentación, tras ser adquiridos por el Gobierno de Castilla-La Mancha, estos tres cuadros ingresaron en el Museo hace diez años, cuando falleció su anterior propietario. Sin embargo, ha sido en julio de 2007 cuando se ha materializado la adquisición definitiva de estos cuadros a la familia del artista por parte de la Consejería de Cultura, quedando plasmado en un documento escrito, e identificados en la trayectoria crítica y expositiva de Arredondo, tal y como ha explicado Lorente.