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29/01/2003Consejería de Educación, Cultura y Deportes
Artículo de opinión del consejero de Educación y Cultura, José Valverde, con motivo de la celebración mañana del Día Escolar de la Paz y la No Violencia

EDUCAR PARA LA PAZ LEYENDO CUENTOS

La paz la entendemos como el resultado, en cualquier sociedad dada, de la igualdad de derechos, por la cual cada miembro de dicha sociedad participa igualmente en el poder de decisión que la regula y en la distribución de recursos que la sostiene. La paz es un proceso social por medio del cual se asegura una distribución más equitativa del poder y de los recursos. La paz tiene también mucho que ver con la dignidad humana como la define el filósofo Fernando Savater: “la condición que puede exigir cada humano de ser tratado como semejante a los demás, sea cual fuere su sexo, color de piel, ideas o gustos, etcétera, se le llama dignidad”.

En el proceso de educación de los niños y las niñas, los mayores, es decir, la familia y la escuela, debemos intervenir con todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance para que se interiorice no sólo el concepto de paz, sino también todas aquellas acciones que puedan contribuir a su asentamiento como un valor moral y social.

Muchos profesores y profesoras y muchas bibliotecas públicas llevan a cabo experiencias para relacionar literatura y valores. Una de las formas más fáciles que tenemos para trabajar con los niños y niñas estos conceptos de paz, dignidad, solidaridad y derechos humanos es la de aprovechar las historias y los personajes de los cuentos tradicionales. El valor de la lectura, el valor de la tradición y los valores humanos se pueden unir en una tarea divertida.

Podemos rechazar la violencia en todas sus manifestaciones mientras nos acercamos a la lectura de “Hansel y Gretel” o de “Caperucita Roja”. En estos cuentos, como en muchos otros, encontramos escenas de violencia que pueden servirnos para rechazarla. Estos personajes a veces no son bien tratados y podemos aprovechar la cuestión para hacer nuestra la narración y abrir otros caminos en los que Caperucita no se deje engañar por ningún lobo y que ninguna bruja nos meta jamás en su cuento.

Paz significa respeto a la vida de las personas. ¿Hay algún bien más preciado que la vida? El respeto a la vida sin discriminación ni prejuicios lo podemos hallar, por ejemplo, mientras leemos “El patito feo”, “La Cenicienta”. Estos son personajes discriminados, ¿verdad? Pues nosotros podemos aprovechar la lectura de estos cuentos para reflexionar con nuestros hijos o con nuestros alumnos y sacar las conclusiones de que ya nunca más nos reiremos de ninguna persona porque sea un “patito feo”, y nadie será nuestra Cenicienta.

La paz es hermana de la justicia. En “El Flautista de Hamelín”, “Los Tres Mosqueteros” o “Nadarín” encontramos ejemplos de personajes que dedican su tiempo a mejorar la vida de los demás. Quizá nos puedan servir estas historias y estos “héroes” para aprender la lección de que nosotros, en nuestra sociedad, también tendremos que hacer algo positivo para sacar el mal de nuestros pueblos; para que nuestro grito sea “todos para uno y uno para todos; y para ayudar a que los peces poderosos no acaben con los pequeños.

La paz, la educación y la lectura tienen mucho que ver con la libertad de expresión. Un cuento como “El traje nuevo del Emperador” nos enseña a tener la inocencia de los niños para evitar el miedo a decir siempre la verdad. Quizá fuera bueno que los niños sepan, para que lo practiquen también de mayores, que hay que tener libertad para poder gritarle al emperador que le están engañando.

Los valores de la paz a veces se fragmentan por la guerra económica que azuza el consumo irresponsable. El cuento de “La Cigarra y la Hormiga” nos enseña la lección del consumo responsable, y, acaso, tengamos que enseñar a la cigarra a coger frutos para su despensa.

Si la paz tiene un valor gemelo, éste no puede ser otro que la solidaridad. “El Príncipe feliz”, “Robin Hood” o “El Príncipe y el mendigo” son solidarios y ayudan a sus pueblos a llevar una vida mejor.

Y además de a estos personajes tan entrañables y cercanos, siempre podemos acudir a Don Quijote y su hermoso discurso de las armas y las letras.

Educar para la paz y leer cuentos en la familia y la escuela quizá no sea una tarea tan extravagante en un mundo que se desquicia con los programas televisivos de realismo grotesco o con juegos cuyo éxito reside en matar individuos virtuales.

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