A partir del curso académico 2003-04, la ciudad de Cuenca espera tener en funcionamiento la nueva Escuela de artes y oficios, que supone un proyecto innovador definido con el propio sector regional y que permitirá la recuperación de una tradición desarrollada en la capital con este tipo de enseñanza, perdida desde que finalizó la II República española.

Se trata de un proyecto ecléctico y, sobre todo, abierto a la evolución que marcarán sus propios inquilinos, según comentó el consejero de Educación y Cultura, José Valverde, durante el acto de colocación de la primera piedra de las obras de reforma del centro, que aprovechará los espacios del antiguo Convento de las Angélicas de la capital, comprado y cedido para este uso por la Diputación Provincial.

La intención de la Consejería es que este centro, cuyo diseño todavía no está cerrado, permita la doble opción de cursar estudios vinculados a la creación artística, al tiempo que alojar talleres abiertos al público en general. Éstos podrán girar en torno a temas como la recuperación de vestidos, la gastronomía o la fabricación de papel, entre otros

Según Valverde, es una apuesta del Gobierno regional por un sistema que durante mucho tiempo se ha tenido como ajeno al Educativo. También se quiere que sea un sitio para la labor creadora del hombre y una forma por ver la Cultura y la Educación como algo más amplio.

Espacios cambiables

Con una inversión aproximada de 300 millones de pesetas, la futura escuela estará diseñada con espacios permiables y cambiables que permitirán gran funcionalidad para quedar ajustada a distintos tipos de actividades. Contará, entre otras dependencias, con una sala de actos múltiples, que tendrá acceso independiente a la calle San Pedro para albergar actos culturales.

En general, tendrá una superficie útil aproximada de 3.000 metros cuadrados, distribuidos en 5 plantas y respetará la construcción en torno al patio central del edificio.

El inmueble data del siglo XVI y fue inicialmente pensado como residencia palaciega, aunque nunca llegó a habitarse como tal. Aproximadamente a finales del XVIII se dona a la Orden Religiosa, que realiza en él una serie de adaptaciones para su nuevo fin. Actualmente, se conserva en buen estado, por su buena cimentación sobre roca, y no tiene humedades importantes, según el arquitecto redactor, Pablo Jiménez.